12 ene 2009

Entrada libre: El Cautivo


Hubo una vez un hombre rico y vanidoso que, andando con sus pajes por la calle, un día se encontró con otro hombre, enjaulado. El cautivo, delgado, decrépito y vestido con andrajos contrastaba con la obesidad y las suntuosas vestimentas del rico.
-“Cogedle y llevadle a mi palacio”. Ordenó a sus lacayos. El cautivo no respondió, y siguió inmóvil en su jaula.

Una vez en el palacio, el rico mandó llamar al cautivo a su habitación. Estando allí le preguntó: -“¿Quién eres?”, a lo que, desde la jaula, el cautivo le contestó: -“No lo recuerdo” -“¿De dónde vienes?” -“No lo recuerdo” -“¿Por qué estas en una jaula?” -“Tampoco lo recuerdo. Supongo que porque algún otro hombre me encerró, pero eso ya no me importa.”. El rico se quedó pensativo unos minutos, mirando a la harapienta persona que tenía enfrente, y después volvió a preguntar: -“¿Quieres que te libere?” -“Yo ya soy libre, el que no eres libre eres tú, aunque no te des cuenta.”. El rico se fue mientras pensaba para sí “El pobre se ha vuelto loco de llevar tanto tiempo encerrado”.

Al día siguiente fue a visitarle otra vez: -“¿Por qué piensas que yo no soy libre y tú sí? Yo puedo hacer todo lo que quiera y tú en cambio estás encerrado en una jaula.” -“La libertad no depende de las cosa que puedas o no puedas hacer, sino de cuanto dependendas de las cosas y de las personas.” -“Yo no dependo de nada” -“Oh, si lo haces. Dependes de tus vasallos y de tus riquezas y, sobre todo, dependes de tus ansias de poseer más y más riquezas innecesarias. Yo no dependo de nada, ni nada necesito” El rico, al no poder encontrar ninguna manera de demostrar que era falso lo que había dicho el cautivo, salió enfadado del la habitación.

El rico estuvo meditando durante largos meses las palabras del cautivo. Apenas dormía por las noches y, poco a poco, fue adelgazando hasta quedar tan flaco como los mendigos que veía desde su ventana (antes los veía como seres despreciables, ahora como personas libres y los envidiaba) de lo preocupado que estaba. Al fin, un día fue a ver al cautivo: -“Te lo ruego, quiero ser libre como tú, enséñame.” -“No se puede enseñar a ser libre” Y, tras decir esto, el cautivo hizo aparecer una llave de entre sus harapos y, sacando la mano fuera de la jaula, abrió el cerrojo, salió de la jaula, dejando la llave tirada, y andando, salió del palacio y se perdió entre la gente de la calle. El rico, cogió la llave, se metió en la jaula, la cerró, y dio su última orden a sus sirvientes: Que le abandonaran a las afueras de la ciudad.

1 comentario:

AnaRC dijo...

La entrada está bastante bien ( si no me equivoco, es la que te faltaba de la evaluación pasada) Ahora no empeices esta evaluación con retrasos.Corrige los textos e inserta el dibujo que pone "corregido" , queda poco tiempo