29 sept 2008

Pensamientos

Voy a escribir. Escribir sobre algo, da igual qué, cualquier cosa. Cojo lápiz y papel, me pongo a pensar. Voy a escribir… ¿Qué es escribir? Escribir es hablar sobre papel. Hablar… ¿Qué es hablar? Hablar es pensar en alto. Pensar… ¿Qué es pensar? ¿Como definirlo? ¿Es definible? Poco a poco mediante la escritura voy entrando en mi mente. Abandono mi cuerpo en mi forma espiritual para volver a entrar en mi cerebro. Al principio lentamente, después más rápido, voy instigando. Investigándome desde dentro. Descubro cosas conocidas y desconocidas, creíbles e increíbles, aburridas y sorprendentes. Me muevo. Husmeo por aquí y por allá, fijándome en lo que me interesa. Así, desapercibidas, pasaron las horas (yo diría días), y yo seguía ahí (digo, aquí) dentro, sin querer salir, curioseando por todas partes. Hasta que llego el momento. Aquel fatídico momento. Me aburrí. Ya conocía hasta el más mínimo recoveco de mi cabeza, así que decidí salir. No pude. Estaba atrapado. Intente buscar la salida de todas las formas posibles, orejas, boca, nada. Todo era en vano. Allí solo se veían imágenes, se oían sonidos, se olían olores y se saboreaban sabores, pero nada más. Y aquí sigo, esperando a ver que pasa. Sé lo que le ocurre a mi cuerpo en el mundo exterior ya que veo y siento lo que él siente, pero no puedo hacer nada para interactuar. Y así sigo y seguiré, pensando. Pensando. Pensando.